La impronta personal del nuevo canciller

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El arribo forzado de Santiago Cafiero al cargo de ministro de Relaciones Exteriores le requerirá justificar primero su autoridad para afrontar los desafíos del momento

El ministro de Relaciones Exteriores, Santiago Cafiero, asumió su cargo haciendo trascender críticas a su predecesor, Felipe Solá, y planteando el comienzo de un enfoque diferente para la cartera. Tales consideraciones, cuando se trata de continuidad de una misma administración, plantean interrogantes éticos, más aún cuando el nuevo titular se desempeñaba como jefe de Gabinete.

Felipe Solá se hizo cargo de la Cancillería sabiendo que había varios aspirantes al puesto con una relación estrecha con el presidente Fernández. Entre ellos estaban al igual que ahora los embajadores Jorge ArgüelloDaniel Scioli y el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, con pretensiones de ocupar un cargo en algún organismo internacional. Santiago Cafiero nunca integró esa lista.

Los deseos de imprimirle a la cartera una orientación dinámica, como pareciera desprenderse de las publicaciones afines, parecieran contradecir las reales posibilidades, más allá de buscar un efecto en los medios para contrarrestar las secuelas negativas del sorpresivo enroque. Los límites a esas pretensiones están en las definiciones, en la conformación de la estructura y en la designación de los diplomáticos acorde con las hegemonías de la coalición de Gobierno.

El libro “Una política exterior soberana”, de Cristina Kirchner, plantea una visión de las relaciones internacionales, describe conceptos que guiaron su accionar durante los ocho años de su presidencia y que fueron implementados en estos casi dos años durante la conducción de Felipe Solá. El libro destaca el combate contra el neoliberalismo, al cual define como “un proyecto político que se propone desorganizar la sociedad y romper los lazos de solidaridad para la cual apela a la construcción de un sentido común meritocrático, egoísta y despolitizado o anti-político”. Estos principios han formado parte de los discursos del presidente Fernández matizados también con referencias al Papa Francisco para impregnarlos de un sentido comunitario, moral y bienaventurado o del Grupo de Puebla que intenta “coordinar y articular a hombres y mujeres líderes progresistas de la región”.

La designación de embajadores respondió también a la mirada geopolítica contenida en el libro mencionado, donde se califican de estratégicas las relaciones con China y la Federación Rusa, para modificar el mapa de un mundo donde se percibe el ocaso de la hegemonía de Estados Unidos. Los vericuetos de los nombramientos de Sabino Vaca Narvaja y Eduardo Zuain constituyeron una muestra de las prioridades que orientan la política exterior.

La CELAC desplazó al MERCOSUR en las relaciones con los países latinoamericanos. La búsqueda de la presidencia de ese organismo que se esboza como una “opción regional y progresista” a la OEA para unificar políticas y posiciones en los foros internacionales está consustanciada con los fines del Grupo de Puebla. Y coincide con el objetivo de terminar con la “injerencia” de los Estados Unidos y defender la “autodeterminación de los pueblos”. Si bien la integración forma parte del lenguaje político diario, el programa de Gobierno no incluye una profundización del mercado común ni una mayor inserción en la economía global. La visión presentada en el libro prioriza la industrialización y la autarquía como resguardo de la soberanía que explican los conflictos con otros socios que favorecen la apertura para captar inversiones y promover el crecimiento a través del comercio exterior.

La aspiración de Santiago Cafiero de dotar a la Cancillería de su impronta le demandará una maestría no sólo por la circunstancia de su designación, sino también por sus antecedentes y forma de funcionamiento del mismo Gobierno, donde las decisiones surgen de un colectivo con vinculaciones directas y al cual se recurre sin respetar la estructura formal. El arribo forzado al cargo de Canciller le requerirá justificar primero su autoridad para afrontar los desafíos del momento.

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