La vicepresidenta arremete contra el presidente

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Alberto Fernández enfrenta a Cristina Kirchner mientras que ella ya prepara su venganza.

A mediados de 2012, cuando el segundo mandato de Cristina Kirchner ya empezaba a languidecer, una de sus ministras le armó un acto con tribuna para inaugurar una iniciativa bautizada Generadora de Industria Argentina. Y en una pantalla gigante apareció la sigla GENIA, en un exceso de adulación que hasta logró a abochornar a algunos kirchneristas. Esa funcionaria era Débora Giorgi, una economista respetada hasta entonces.

Durante los años de Mauricio Macri, Giorgi se refugió en la intendencia de La Matanza, donde compartió el equipo de Verónica Magario junto a Roberto Feletti. En esa montaña rusa que es la función pública para algunos, los dos regresaron al gobierno después del terremoto de las PASO. Por sugerencia obligatoria de Cristina Kirchner, se sumaron a la Secretaría de Comercio Interior para implementar el congelamiento de precios.

Pero la fortuna burocrática de Giorgi comenzó a cambiar en los últimos días. No le alcanzó con su participación en un par de conversatorios del Instituto Patria del martes y del miércoles recientes, que promocionó a través de su cuenta de Facebook. No le alcanzaron sus fotos en el cierre de campaña del Frente de Todos ni las sonrisas del Día del Militante peronista. Ni le alcanzó una frase suya que cayó inoportuna en la Casa Rosada. “Mi jefa es Cristina Kirchner”.

Hacía 52 días que Alberto Fernández no le firmaba su decreto de asunción en el cargo de subsecretaria y Débora Giorgi entendió que el Presidente ya no se lo iba a firmar. Por eso, renunció a un cargo que jamás había asumido. Su jefe directo, el ministro de la Producción, Matías Kulfashizo trascender una frase que habla del clima enrarecido en el Frente de Todos. “No sé qué hacía porque jamás me la crucé”.

Matías Kulfas venía de desautorizar en público a Roberto Feletti porque el funcionario que había promovido Cristina Kirchner había anunciado con pompa la ampliación del congelamiento de precios. El ministro de la Producción lidera la resistencia del albertismo residual contra el kirchnerismo. Y, vaya sorpresa, lo mandó a callar. Los camporistas más duros admiten que Débora Giorgi está totalmente afuera del Gobierno.

Y admitieron también que no se repetirá el episodio de rebeldía que mantuvo aquel otro secretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, al que el ministro Martín Guzmán ni el ex jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, pudieron echar. Pero aseguran que la venganza de Cristina Kirchner recaerá sobre Matías Kulfas, al que le auguran un final cercano en el Gobierno. Amenazas en el aire que van y vienen.

Hace una semana, la vicepresidenta publicó una nueva carta en la que dejó sentado que “la lapicera la tuvo, la tiene y la tendrá el Presidente”. Alberto Fernández, que jamás había usado la lapicera para escribir su destino o para enfrentarse con Cristina Kirchner, tampoco la usó en esta ocasión. Pero esa inacción fue intencional y acabó provocando la caída de Débora Giorgi. Solo hay que esperar el próximo capítulo de esta ficción decadente en la que se convirtió el Gobierno.

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