Embargo de la Fragata Libertad: diez años, el mismo desafío

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Los gobiernos de Néstor Kirchner primero y Cristina Fernández después habían logrado, en gran parte, desendeudar al país. Un grupo marginal, residual de acreedores amenazaba ese logro que tantos sufrimientos y privaciones ahorró a los argentinos. Los fondos buitre eran, son, la cara más obscena de un sistema financiero internacional diseñado para la usura, no para el desarrollo.

Chango, embargaron la fragata en Ghana! Así, escueto, brutal llegó el mensaje a mi celular. Un juez de ese país había decidido bloquear la salida de la Fragata Libertad del puerto de Tema, atendiendo un reclamo de los fondos buitre e iniciando una batalla crucial en la que, desde lo simbólico también, se cuestionaba el derecho de la Argentina a ser soberana, a decidir sus políticas y su destino.

Los gobiernos de Néstor Kirchner primero y Cristina Fernández después habían logrado, en gran parte, desendeudar al país y liberarlo de ese lastre. Un grupo marginal, residual de acreedores amenazaba ese logro que tantos sufrimientos y privaciones ahorró a los argentinos. Los fondos buitre eran, son, la cara más obscena de un sistema financiero internacional diseñado para la usura, no para el desarrollo.

Además, el FMI se había ido de la Argentina.

El juez ghanés había perpetrado, con todo respeto, una barbaridad jurídica: el embargo de un inembargable buque militar insignia, un pedacito de suelo y soberanía argentinos en los mares. La decisión de los fondos buitre era, como dije, afectar un símbolo, sin importar que ello pudiera cancelar siglos de evolución del derecho público internacional.

La entonces presidenta, con el auxilio de ese gran canciller que fue Héctor Timerman, elaboró una estrategia de tres andariveles: el plano jurídico, la exposición del caso en la ONU y el diálogo y la negociación con las autoridades de Ghana.

Se desechó de entrada la idea de reclamar la liberación del barco sólo dentro del sistema judicial ghanés. Era muy clara la connotación política de la causa judicial (eran los albores del lawfare, versión internacional) y se notaba mucho, pero mucho, la larga mano de los buitres. Marcelo Kohen, destacado jurista argentino, y Susana Ruiz Cerutti, nuestra excelente consejera legal de la Cancillería y su equipo, diseñaron el camino a seguir ante el Tribunal del Mar bajo la guía del canciller Timerman.

Allí, en ese Tribunal, ya ejercía como uno de los 21 jueces, la brillante embajadora argentina Elsa Kelly, elegida luego de una ejemplar campaña internacional en el primer gobierno de CFK. Cuando se tienen en claro los intereses estratégicos del país, es relativamente fácil identificar los organismos internacionales claves. Elsa estuvo en el momento y el lugar ideales para el triunfo final. Y fue decisiva.

Héctor Timerman tuvo el rol fundamental de insistir en que la ONU tomara cartas en la cuestión y en darle visibilidad internacional. El embargo excedía la mera controversia judicial ya que lo que estaba en juego era si la marginalidad salvaje de las finanzas internacionales podía condicionar a los Estados y sus pueblos. Por ese entonces, la Argentina alcanzaba un protagonismo pocas veces visto en la ONU, en el G-20 y en los organismos internacionales en general. Basta un ejemplo: nuestro país fue felicitado por su rol activo y constructivo en el Consejo de Seguridad.

Al entonces viceministro de Defensa, Alfredo Forti, y a mí nos tocó la ímproba tarea de ir a Accra, capital de Ghana, para dialogar, negociar con las autoridades e intentar convencerlas de ordenar la liberación de la Fragata.

Lo vivido en esa visita, y todo el período, justificaría una segunda nota: la inestimable y solidaria ayuda de los embajadores de Cuba y Brasil (la Argentina no cuenta con sede propia en Ghana); la gestión en nuestro favor de un histórico político ghanés que conoció al Che en el Congo; nuestro hotel, infestado de espías de los fondos buitre; la «recomendación» de abogados norteamericanos de pagar la fianza (y dar la razón a los fondos buitre); el temple y la firmeza de más de 300 marinos argentinos y de países hermanos latinoamericanos que «aguantaron los trapos» en la Fragata; el aparente intento de abordaje de militares ghaneses; la invitación «a irse» que recibió la Fragata por parte de la concesión privada del puerto; la presencia de un barco militar británico; las controversias internas en el gobierno ghanés por el problema, en medio de una reñida campaña electoral presidencial, la propuesta de visitar al presidente en medio de un acto de campaña en el norte de Ghana; la compleja evacuación parcial de la Fragata, manejada brillantemente por la embajadora Ferraris, etc.

Con Forti tuvimos más de treinta encuentros, en semana y media, con autoridades y referentes de ese país, sin resultados, aparentemente. Aparentemente ya que el Tribunal del Mar exigía, como condición sine qua non y para fallar a nuestro favor, que la Argentina demostrara que había hecho todo lo posible para resolver el problema por la vía pacífica del diálogo y la negociación. Y eso era lo que nos sobraba, junto a firmeza y convicción, para el caso de la Fragata, para Malvinas, para todo y en todo lo que fue nuestra política exterior soberana.

En el medio, me llama, incrédulo, un diplomático europeo. Es que La Nación, Alfonso Prat Gay y Federico Pinedo, entre otros, sostenían que había que pagar la fianza de 20 millones de dólares que el juez ghanés exigía para liberar el barco. Hasta se pensó en una colecta. «¿No se dan cuenta que acceder a eso pone en riesgo toda la negociación por la deuda?», repetía azorado el colega. Algún malvado pensará que lo hacían precisamente por eso, visto cómo gobernaron después, pero prefiero creer que fue sólo un error.

Y así llegó un fin de semana de diciembre de 2012, Héctor y yo en su oficina del ministerio, con Susana Ruiz Cerutti y el equipo legal en Hamburgo, en el Tribunal del Mar, escuchando la sentencia, que parecía música, a favor de la soberanía argentina, del derecho internacional. Nos quedamos (recuperamos) la Fragata y la Libertad como se había propuesto CFK.

Un Timerman emocionado me dijo: «¿Viste que valió la pena tanto esfuerzo y tensión? Fue duro pero este debe ser siempre el camino». Y llamó a Cristina para darle la buena nueva.

* Eduardo Zuain fue vicecanciller de la Nación durante el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner (2011-2015).

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