En un día como hoy de 1184 antes de Cristo, cuenta la historia, un enorme caballo de madera fue usado por los griegos como una estrategia para engañar al enemigo e introducirse en la ciudad fortificada de Troya.
Tomado por los troyanos como un signo de su victoria, el caballo abandonado fue llevado dentro de las murallas, sin saber que en su interior se ocultaban soldados enemigos.
Durante la noche, los guerreros salieron del caballo, mataron a los centinelas y abrieron las puertas de la ciudad para permitir la entrada del ejército griego, lo que provocó la caída definitiva de Troya.
La fuente más antigua que menciona el caballo de Troya, aunque de manera breve, es la Odisea de Homero. Posteriormente otros autores ofrecieron relatos más amplios del mito, entre los que destaca la narración que recoge la Eneida de Virgilio.
Por lo general, el caballo de Troya es considerado una creación mítica, pero también se ha debatido si realmente pudo haber existido y si fuera una máquina de guerra transfigurada por la fantasía de los cronistas.
De cualquier manera, demostró ser un fértil motivo tanto literario como artístico, y desde la antigüedad ha sido reproducido en innumerables poemas, novelas, pinturas, esculturas, monumentos, películas y otros medios, incluidos dibujos animados y juguetes. Asimismo, en épocas recientes, se han hecho varias reconstrucciones hipotéticas del caballo.
Aunado a ello, ha dado origen a dos expresiones idiomáticas: “Caballo de Troya”, un engaño destructivo; y “presente griego”, algo concebido como aparentemente agradable pero que trae consigo graves consecuencias.