La precandidatura de Daniel Scioli divide al cristinismo y también a lo que queda del albertismo en el gabinete nacional. Si bien, en un principio, tanto Cristina como Alberto lo habilitaron a lanzar su candidatura, ninguno de los dos mostró mayor entusiasmo en respaldarla.
Cristina Fernández de Kirchner sigue creyendo que “Pichichi” es un personaje “mediopelo”, tal como lo consideraba en 2015, al que envió a un lugar sin protagonismo en la lista de diputados provinciales de Unidad Ciudadana en 2017. Alberto Fernández nunca respaldó seriamente su postulación, mucho menos cuando el motonauta intensificó su diálogo con La Cámpora y el cristinismo, y terminó avalando a Agustín Rossi.
Pero la opinión del presidente y la vice no son compartidas de manera uniforme dentro de sus respectivos espacios. Santiago Cafiero -quien mantiene una pésima relación con Rossi– lo considera como el mejor candidato. La misma opinión levanta buena parte del peronismo no cristinista porteño, que sigue considerándolo uno de los propios. El motonauta, consciente de la conveniencia de mantener una cierta equidistancia para asumir el rol de candidato de unidad, pegó el faltazo al acto de lanzamiento del “Camino a la Victoria” en Ensenada el pasado sábado e hizo simultáneamente su jugada: invitó a Axel Kicillof a la inauguración de una feria automotriz en San Pablo, con la excusa de promover inversiones en territorio bonaerense. En el sciolismo ese evento es considerado como una especie de lanzamiento de su candidatura presidencial en el vecino país.
Aunque no lo acepten públicamente, Daniel Scioli divide al cristinismo. Poco son los que ven con buenos ojos el respaldo de Cristina a la candidatura de Sergio Massa y, aún conscientes de la opinión de la vicepresidenta y de la enemistad manifiesta que existe desde hace tiempo entre el ministro de Economía y el embajador en Brasil, no dudan en dialogar de manera fluida y hasta fotografiarse y hacer recorridas en sus municipios con “Pichichi”, tal como fue el caso de Mayra Mendoza.
Para Axel Kicillof, en caso de que Cristina no sea candidata, no hay dudas de que el mejor candidato presidencial para sumarle votos a su pretensión de reelección es el ex gobernador bonaerense, y hasta especulan con una lista que incluya a Scioli como presidente, a Cristina como senadora y a Axel como gobernador.
En La Cámpora la evaluación que se hace es que Scioli gobernó dos veces la provincia, en su segunda elección superó el porcentaje de votos de la propia Cristina, y perdió apenas por 1,5 puntos el balotaje ante Mauricio Macri, afectado por el “fuego amigo”, incluso de la propia Cámpora. “Pichichi” no precisa hacer campaña: es el que más alto nivel de instalación tiene y le basta con difundir el video del debate con Mauricio Macri sin necesidad –prácticamente- de hacer campaña. Adicionalmente, lejos de las causas de corrupción tras su rol como gobernador, su gestión como embajador en Brasil ha sido elogiada por propios y ajenos, al conseguir inversiones y mercados para la economía de muchas provincias. “Scioli siempre cumplió sus compromisos. Los que lo maltratamos e hicimos naufragar su campaña presidencial en 2015 fuimos nosotros”, reconocen en off.
Tan es así que Axel viajó este martes a Brasil, aceptando la invitación del embajador argentino. «Hay una importantísima feria automotriz donde están participando muchas empresas de la Argentina y también vamos a tener una reunión con empresas muy importantes de Brasil porque nos interesa que se profundicen las inversiones en Argentina», intentó justificar el jefe de Asesores del gobierno provincial, Carlos Bianco, para tratar de evitar el reto de Cristina. Justamente Bianco y el ministro de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica, Augusto Costa, fueron los escogidos para acompañar el gobernador.
En silencio, Scioli suma y avanza. La decisión de Axel Kicillof no es un dato menor. Tampoco la de Mayra Mendoza. Más allá de sus declaraciones públicas, y con un dólar blue que escaló a 500 pesos este martes, pocos son los que imaginan un candidato mejor que “Pichichi”. Aunque sea para asumir la cara visible de una derrota.