La casa de piedra, testigo de un siglo de historia

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Además de la producción de yerba mate, los inmigrantes franceses tenían criaderos de mulas, aptas para las cargas que se debían trasladar. “Eran unos animales muy hermosos, hoy ya casi no hay en ninguna parte, pero en aquellos años era una herramienta fundamental para las tareas de la chacra. La pareja no tuvo hijos, así que cuando la señora Ema quedó viuda una criada le hacía compañía y nosotros la visitábamos muy seguido”, rememoró emocionado el vecino.

Asimismo, comentó que quienes eran más cercanos a la pareja francesa, contaban a los demás pobladores que Ramón trajo consigo armas de Europa. Según estimaban, las trajo cuando vino de la guerra y fueron utilizadas en el conflicto mundial. Se cree que las enterró en algún lugar del predio, en una caja de las que se usaban como ataúdes, pero nadie supo nunca del lugar exacto.
“Seguramente han de estar en algún sector. Siempre nos intrigaba saber la ubicación, pero cuando éramos jóvenes. Ahora preferimos respetar la memoria de quienes han elegido nuestra tierra para vivir, dar trabajo a muchas familias y ser hoy parte de nuestra historia.» dijo Acosta mientras su rostro se cubrió de nostalgia.

La casa actualmente
En el patio de la casa viven algunos perros que son alimentados por un cuidador que vigila el lugar y no hay datos certeros sobre a quién pertenece el inmueble actualmente.
El vecino además añadió, que es una zona de muy poco tránsito y visita de personas por la espesa vegetación que predomina. De la misma forma, la alfombra verde que rodea el predio, suele atraer a pumas y otros felinos que habitan los bosques y selvas misioneras.

«Los pumas viven por aquí, solo hay que ser cuidadosos nada más. Hace pocas semanas uno atacó a mis perros que cuidan la casa de mi chacra lindante a está zona, lamentablemente solo uno sobrevivió a pesar de las heridas. Son tierras de nuestros animales salvajes así que solo hay que respetar sus espacios. Creo que son un poco guardianes también de la casa de piedra», reflexionó sonriendo.

Detalles

Las paredes de la casa muestran signos de haber estado adornadas con farolas de una época antigua en la que fue construida. Por otra parte, cobija varios detalles que al mirar con atención, demuestran los años que ya han pasado desde que fue construida.“Nosotros nacimos y nos criamos en la chacra, somos 16 hermanos, hijos de Sabino Acosta y María Joves. Conocí a la señora Elena de Bertín de chico. Cuando se quedó viuda, siguió siendo empleadora a varios vecinos de alrededores. La principal fuente de trabajo, era la elaboración de yerba mate, con inmensos yerbales que ocupaban varias hectáreas”, detalló Acosta.

De la misma forma, trajo a colación que esa producción era arada con las mulas. Muchos peones trabajaban ahí y construían sus casas en zonas aledañas. Parecía un pueblo en medio del campo, había hacheros, ladrilleros, tareferos, una herrería con fragua a carbón y hasta una peluquería.

“También había un aserradero que funcionaba con motor a gasolina y con un dínamo grande que generaba la luz eléctrica. Entre la vecindad, se ubicaba una cantina que ofrecía productos al igual que un pequeño supermercado, ahí se compraba todo lo necesario para la alimentación, higiene, entre otros”, recordó Acosta entre minuciosos detalles de la historia.

Penosamente con el tiempo y ante la ausencia de Bertín, se fueron terminando todas las tareas y producciones; los peones se fueron yendo de a poco y con ellos sus familias. Estos hechos ya ocurrieron el año 1965 aproximadamente. “Mi padre fue uno de los últimos en irse. Lastimosamente la señora Ema de Bertín terminó en la miseria, fue triste porque de tener muchas comodidades, terminó en la más absoluta pobreza siendo ya muy anciana”.

Y cerró el vecino: “No se sabe como fue que vendió todas las propiedades, siempre pensamos que la estafaron aprovechando su vejez y soledad. Los últimos días de su vida los pasó en un sanatorio adventista de Leandro N. Alem con más de 80 años en la década del 70”.
Hoy, a tantos años de su muerte y de haber sido un lugar pujante y muy poblado, solo queda la casa de piedra que sin dudas tiene más de 100 años, desde que el matrimonio de migrantes decidió construirla.

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