Cerradas las listas de candidatos a presidente y otros cargos electivos, ahora viene el ejercicio de imaginar cuál puede ser la evolución de los indicadores relevantes a partir de diciembre de 2023
El desafío económico por afrontar tiene dos aspectos a solucionar. Por un lado, están los temas emergentes de los problemas estructurales y, por el otro, los problemas estructurales propiamente dichos.
En la primera categoría se puede incluir el atraso del tipo de cambio oficial. El solo hecho que haya un precio máximo, más variantes discrecionales y, no haya dólares suficientes para abastecer la demanda, indica conceptualmente que hay una cotización base desmesuradamente baja.
Si se compara el cierre de mayo último con noviembre de 2019, último mes completo del gobierno de Cambiemos, se obtiene que el tipo de cambio oficial promedio mensual aumentó 289%, en tanto que la inflación acumuló 490%, significó una caída del 34% en términos reales, perdió 200 puntos porcentuales.
Habrá que ver si antes del cambio de gobierno se corrige esa distorsión o se acentúa. Lo cierto es que la distorsión es importante y el cepo cambiario es todo un desafío eliminarlo si no se lo hace dentro de un plan económico y gobierno que genere un shock de confianza.
También estarán pendiente el nivel de las tarifas de los servicios públicos, los controles de precios y demás regulaciones que distorsionan los precios relativos de la economía en su conjunto.
Además, se suma otro desequilibrio no menor de corto plazo que tiene que ver con la deuda remunerada del BCRA que, al momento de redactar estas líneas, se ubicaba en $15,4 billones, lo que significa que desde que asumió Alberto Fernández la deuda del BCRA se multiplicó por 15 – pasó de USD 16.286 millones en noviembre de 2019 a USD 58.600 millones-, al margen del aumento de la deuda del Tesoro que creció en USD 85.553 millones en ese período.
Para tomar dimensión del problema que genera la deuda del BCRA, en los primeros 5 meses del año el déficit financiero del Tesoro (el que incluye los intereses de la deuda) fue de $2,5 billones y los intereses que pagó el BCRA por la deuda remunerada, lo que se conoce como gasto cuasifiscal, sumaron $3,7 billones.
Es más, comparando los primeros 5 meses de este año con los de igual tramo de 2022, los intereses pagados por los pasivos remunerados del BCRA pasaron de $674.428 a $3.734.262 millones, un aumento del 454%, superando ampliamente la inflación.
Para tomar dimensión del problema que genera la deuda del BCRA, en los primeros 5 meses del año el déficit financiero del Tesoro (el que incluye los intereses de la deuda) fue de $2,5 billones y los intereses que pagó el BCRA por la deuda remunerada, lo que se conoce como gasto cuasifiscal, sumaron $3,7 billones.
Es más, comparando los primeros 5 meses de este año con los de igual tramo de 2022, los intereses pagados por los pasivos remunerados del BCRA pasaron de $674.428 a $3.734.262 millones, un aumento del 454%, superando ampliamente la inflación.
Todas esas asignaturas pendientes para ordenar no son otra cosa que hijos con diferentes nombres del problema estructural de la economía argentina, en particular el exceso de gasto público que genera un abultado déficit fiscal.
A partir del 10 de diciembre, el próximo gobierno tendrá que resolver todos estos problemas de arrastre, más las necesarias reformas estructurales, como la calidad del gasto público, la simplificación del sistema tributario; modernización de la legislación laboral, la reapertura al mundo, la mejor administración de los planes sociales entre los que realmente lo necesitan; entre otras; así como generar los reaseguros para que se sostengan en el tiempo.
Los cambios violentos del pasado
En 1989 Carlos Menem le gana la presidencial a Eduardo Angeloz, con su propuesta populistas del “salariazo” y en contraste con el “lápiz rojo” para tachar gasto público. Pero ni bien asumió la presidencia, cambió su discurso hacia un modelo de privatizaciones, desregulación, Ley de Convertibilidad, etc. Con ese giro no solo logra forzar la reforma constitucional para conseguir su reelección.
En 1999, Eduardo Duhalde pierde las elecciones frente a Fernando De la Rúa, entre otras causas, por miedo a la salida de la convertibilidad, pero tras el fracaso del gobierno de la Alianza, asume la presidencia y sale de la convertibilidad generando un caos económico.
En 2003, casi el 41% de los votos fueron para a Menem y Ricardo López Murphy, dos candidatos que hablaban de economía de mercado, en tanto, Néstor Kirchner obtuvo solo el 22%. Sin embargo, con tan poco caudal electoral llega a la presidencia gracias a que el primero se bajó de la segunda vuelta. A partir de su gobierno y más con el de Cristina Fernández de Fernández, comienza un proceso de contrarreformas. Estatizan empresas privatizadas, controlan precios, aumenta el gasto público en forma descomunal, confiscan los ahorros en las AFJP, etc.
Como puede verse, no parece haber en el espíritu de la mayoría del electorado argentino una convicción de rumbo a seguir. Puede girar 180 grados al momento de votar sin inmutarse.
Esa volatilidad del electorado argentino es lo que hace imprevisible el horizonte de la política económica argentina, aun con un gobierno promercado que gane las próximas elecciones, mientras persiste una brecha cambiaria en torno a 100 por ciento.
En síntesis, en todo caso el 10 de diciembre puede darse el primer paso hacia las reformas estructurales.
El desafío no es solo llevar adelante las reformas el 10 de diciembre, sino también que los gobiernos que le sigan al próximo, mantengan el rumbo por varias décadas para mostrar que se volvió a ser un país serio y creíble.