Cristina y su defensa del capitalismo: «es el sistema más eficiente»

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En su acto en la ex Esma, CFK hizo una defensa ideológica del sistema capitalista, al que calificó de «eficiente». Las más de 650 millones de personas que pasan hambre en el mundo y el 42% de pobres en nuestro país no estarían respaldando su afirmación.

El sábado pasado se realizó un Encuentro de Jóvenes de la agrupación La Cámpora es la ex Esma. En la víspera al 17 de octubre, Cristina Kirchner emitió un discurso donde defendió al capitalismo y atacó a la izquierda. Nadie puede acusarla de no haber mostrado «lealtad» a los valores históricos del peronismo.

En el acto, CFK esbozó un discurso de contenido ideológico, buscando reafirmar la identidad del peronismo basada en la conciliación de clases. «Hay que recuperar la alianza virtuosa entre los trabajadores y el capital», sostuvo la ex mandataria.

Además, Cristina destacó, como lo ha hecho infinidad de veces, que fue durante los gobiernos peronistas cuando los empresarios tuvieron mejores ganancias. Consideró que existe un «prejuicio cultural» por parte del empresariado hacia el peronismo.

Aunque jamás estuvo en duda la vocación pro-capitalista de Cristina, sorprende (o no) esta defensa cerrada del sistema capitalista en el contexto en donde el país atraviesa una fuerte crisis económica, marcada por la miseria salarial, la pobreza y la precarización.

Sin embargo, su discurso toma sentido en el marco en que el gobierno mismo eligió instalar en la agenda la proximidad del acuerdo con el Fondo, que implicará medidas de ajuste y cambios estructurales «pro-mercado». CFK prepara ideológicamente a su militancia para justificar los ataques que se avecinan contra los trabajadores.

Por la misma razón, hizo un llamado a la oposición de Juntos por el Cambio en pos de garantizar la gobernabilidad: «Muchachos, pinchen los globos y pónganse a pensar en cómo sacar adelante el país, un tercio de los que votaron se fueron a los extremos, a los que quieren quemar el Banco Central y los que piden expropiar todo».

Cristina manifiesta su preocupación por la pérdida de votos tanto hacia la extrema derecha como hacia la izquierda, temiendo que la polarización política desestabilice el país de cara al acuerdo con el FMI.

Llamativamente o no tanto, el kirchnerismo ahora sostiene que para «sacar el país adelante» hay que acordar con el macrismo, caracterizado por la misma Cristina en numerosas ocasiones como «la otra pandemia».

La realidad es que cuando se trata de ajustar a los trabajadores, ambos lados de la grieta estan dispuestos a dejar sus diferencias a un lado. A tal punto esto es así que CFK llegó al absurdo de pedir que «quienes fugaron capitales colaboren en reconstruir la Argentina». Si no lo habría dicho en serio, sería un buen chiste.

Reproduciendo mitos neoliberales

El discurso de «la jefa» fue tan apologético del capitalismo que hasta se permitió reproducir alguno de los lugares comunes que repiten «los que quieren quemar el Banco Central», para ponerlo en sus propias palabras.

Cristina sostuvo que el capitalismo es «el sistema más eficiente», aunque adornándolo con una cuota de keynesianismo aduciendo que el Estado «debe jugar un rol preponderante que regule y proteja a los consumidores».

Pero detengámonos un momento en la primera parte de la frase, porque reúne tanto a liberales como a «progres» en su defensa cerrada del capitalismo como mejor sistema posible. ¿Es efectivamente el sistema más eficiente? Para verlo, tomemos simplemente dos indicadores muy, pero muy básicos que, se supone, un sistema económico «eficiente» debería satisfacerlos sobradamente: alimento y vivienda, las dos necesidades más elementales que hay.

Según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura), cada año el 14% de los alimentos que se producen a nivel mundial se pierden antes de llegar a la venta minorista. Esto equivale a unos 400.000 millones de dólares en alimentos que se pierden durante la cadena.

Si a esto le sumamos el desperdicio de alimentos (que considera la reducción de la cantidad o calidad de alimentos desde que llega a manos del vendedor minorista), el resultado total nos da que casi un tercio de los alimentos que se producen en el mundo se pierden o desperdician.

Mientras tanto, 690 millones de personas padecen hambre en el mundo, y el número ha ido en aumento en los últimos 5 años. Otras 3000 millones (es decir, un poco menos de la mitad de la población mundial) no pueden permitirse una dieta saludable. ¿En qué sentido podría decirse que esto configura un sistema «eficiente»?

Vayamos ahora al caso de la vivienda. También según la ONU, cerca de 200 millones de personas en el mundo carecen de vivienda, y unas 1500 millones (cerca de un cuarto del total de la población) vive en viviendas precarias.

En América Latina y el Caribe, los estudios más recientes muestran que una de cada tres familias habita en una vivienda inadecuada, construida con materiales precarios o carente de servicios básicos.

El Reporte Mundial de ONU-Hábitat concluyó que el 97% de las viviendas en los países desarrollados o en vías de desarrollo no son accesibles financieramente para aquellos grupos sociales a las que fueron inicialmente destinadas, lo que muestra los efectos de la concentración y la especulación inmobiliaria.

En Argentina, sin ir más lejos, según datos oficiales de la Secretaría de Vivienda, el déficit habitacional alcanza a 3,5 millones de familias, entre déficit cuantitativo y cualitativo.

¿Bajo qué punto de vista puede calificarse de «eficiente» un sistema económico que no puede ni siquiera garantizar algo tan básico como el alimento y la vivienda? Todo esto, claro, sin tener en cuenta que la propia lógica de la producción capitalista, librada a su curso irracional, es la causante del cambio climático que esta poniendo en juego nada menos que nuestra supervivencia como especie.

Al calificar al capitalismo como eficiente, aun con todas sus diferencias y aunque agregue consideraciones sobre la necesidad de «regularlo», Cristina se monta al discurso de los Macri, Espert y Milei, que nos quiere hacer creer que este mundo de explotación y miseria es el mejor de los posibles.

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