El kirchnerismo derrotado en Córdoba, una costumbre desde 2003

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Las urnas cordobesas siempre le son adversas al kirchnerismo. Alberto Fernández parece sufrir los mismos niveles de rechazo que Cristina. Los candidatos locales restaron más de lo que sumaron.

Se repite como una constante desde 2003: hay un rechazo de los cordobeses al kirchnerismo, se exprese de la manera en que se exprese y lleve los candidatos que lleve.

En una elección compleja, con momentos de mucho caos y una merma de la participación ciudadana, las tendencias admitidas por los principales comandos electorales es que una abrumadora mayoría de los votantes en Córdoba eligió boletas en Córdoba que no adhieren al gobierno nacional.

Las razones son múltiples y van variando con el contexto. Ya no es sólo la figura de Cristina Fernández la que genera rechazo. Aquel Alberto Fernández que, con mucha dificultad, logró un porcentaje decoroso en la presidencial de hace dos años parece haber dilapidado su capital político entre los cordobeses, donde vuelve a quedarse con ese voto duro K, sin expectativa alguna de un proyecto mayoritario y sin chance para sus dirigentes de terciar en la interna peronista provincial.

Aquel Fernández que creció un poco en consideración en los primeros meses de pandemia se fue desgastando en todo el país pero con más énfasis en Córdoba, con toda la carga simbólica que implicó la foto del cumple en Olivos.

La manera diferente en que el Presidente encaró la relación con Córdoba respecto a la abierta discriminación que había planteado su vice en la mayor parte de sus dos mandatos no le alcanzó para ganarse la confianza fuera del grupo totalmente identificado.

Lo que se le escapa a Juntos por el Cambio queda en manos del peronismo provincial de Hacemos por Córdoba, donde se preparan para celebrar el resultado de las Paso, entre otras cosas por la amplia diferencia que obtendrían sobre el Frente de Todos.

La opción de peronizar al máximo la lista por encima de las referencias kirchneristas no sólo no dio resultados sino que terminó espantando a potenciales votantes.

Enorme fracaso para Carlos Caserio, que pretendía erigirse en el referente de Alberto Fernández en Córdoba y en sentarse en la mesa con Juan Schiaretti para el armado provincial de 2023. Falta la general, pero si se llega a quedar sin banca y con el talonario de facturas que se le viene, su futuro político queda eclipsado.

Tampoco hubo aportes significativos ni de Martin Gill ni de la resistida internamente Olga Riutort, con expectativas diferentes para ambos respecto a su vida política.

Es que ese espacio de lo que hoy es el Frente de Todos fue quemando a cuanto referente con medianas expectativas apareció. No sólo deben lidiar con un rechazo mayoritario de la sociedad sino también con incapacidades propias al momento de construir opciones atractivas.

Queda una campaña y falta la elección definitiva. Si no hay un cambio brusco, el resultado cordobés en bancas será una derrota importante para el Gobierno nacional porque perderán un preciado sillón en el Senado y no podrán aumentar el único escaño que ponían en juego en Diputados.

Habrá que ver si muchos de los que están en el Frente de Todos emprenden el camino hacia Hacemos por Córdoba o esperan la formalidad del resultado del 14 de noviembre.

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